Perdemos el gozo del ministerio, cuando nos desenfocamos del propósito, y de las prioridades del ministerio. No hay gozo ministerial más grande, que ministrar la Palabra de Dios a las personas, para la gloria de Cristo. El mismo gozo de Juan: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (3era. Juan v. 4). A los Filipenses, Pablo escribió: “Hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor” (Filipenses 4.1).